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lunes, marzo 08, 2010

Letras violetas/ Más allá de su mirada

Soledad JARQUIN EDGAR
Oaxaca, México.- En el contexto del Día Internacional de la Mujer todo sucede y pasa porque confundimos esta fecha con cualquiera otra, como si se tratara de una festividad parecida al día del amor o al día de la madre. Ya lo había dicho antes, la supina ignorancia lleva a esta confusión lamentable y lastimosa.

Así en lugar de derechos reales que favorezcan la igualdad entre mujeres y hombres, las mujeres que trabajan reciben como “regalo” por esta fecha un día descanso, otros más imaginativos les mandan flores y los menos enterados reclaman ¿por qué los hombres no tenemos un día especial?

Peor aún, en un año electoral como el que vivimos en Oaxaca y en otras entidades del país, no falta quienes se aprovechen de Día Internacional de la Mujer para acordarse de que la otra mayoría existe.

En marzo de 1910, mujeres socialistas de 17 países se reunieron en Copenhague, Dinamarca, para analizar la situación de las mujeres trabajadoras y decidieron ahí establecer una jornada de lucha por los derechos de las mujeres. Así nació el Día Internacional de la Mujer, que en 1977 la Organización de las Naciones Unidas “oficializa”.

En México, en 1916 se realizan dos Congresos Feministas en Mérida, Yucatán, donde de igual forma las mujeres revisaron la que sería una propuesta de derechos tanto laborales, como políticos, civiles y sexuales. Sin embargo, años antes y de manera aislada, las mexicanas habían hecho propuestas principalmente en materia de derechos políticos.

En este año 2010, se cumple la primera centuria del Día Internacional de la Mujer, conmemoración que es actual, en tanto la mayoría de ellas, no pueden ejercer sus derechos, aun cuando están escritas en la Constitución Mexicana y en todas las leyes secundarias, además de Tratados, Convenios y acuerdos internacionales que se han escrito para tener un mundo menos desigual, en especial para las mujeres.

Por su origen, que no es otro que la reivindicación de los derechos de las mujeres que aspiramos a una vida mejor, sin discriminación ni desigualdad, es que cada 8 de marzo conmemoramos la fecha y reiteramos nuestras demandas.

De ahí que es absurdo el día de descanso, aunque para los sindicatos esa decisión signifique un logro; es lamentable que mujeres de partidos políticos locales hagan un pronunciamiento en estos días para demandar atención y no impunidad, como debo creer, por una o todas las mujeres violentadas. Y, pregunto, con toda seriedad, en dónde han estado todas esas mujeres de los partidos políticos en los últimos 30 meses que llevan desaparecidas las hermanas Ortiz Ramírez. Mujeres indígenas y pobres para quienes la justicia no ha llegado todavía.

Esta no es una celebración de ahí que sea grotesco que restaurantes, empresas de cosméticos y de tratamientos estéticos, entre otros muchos se cuelguen del Día Internacional de la Mujer, para ofrecer sus engañosas promociones. Sus estrategias de venta están fuera de lugar y sirven sólo para seguir creando estereotipos de mujeres.

No se vale hacer una “feria de la mujer”, desangelada y patética como gancho para iniciar una campaña política, como lo hicieron este domingo en el Llano de Oaxaca. Las mujeres requieren de algo más que espontaneidad y buena voluntad o incluso caridad, como lo hacen los programas asistencialistas que promueven los tres niveles de gobierno. Las mujeres no somos ni grupo vulnerable ni “pobrecitas mujeres”.

El Día Internacional de la Mujer es para reconocer a las mujeres y para exigir se salden las deudas, históricas deudas que tienen los gobiernos, las instituciones educativas y la sociedad entera.

No se mire a sí misma, vea al resto de las mujeres. No piense en usted o las de su familia que si van a la universidad, piense en las que por vivir en una sociedad desigual no pueden terminar sus estudios.

No piense en que usted si puede votar, ya es candidata, tiene un puesto público o es servidora pública de algún gobierno, por favor piense en las otras mujeres, los millones de mujeres indígenas que esperan de usted, mucho más de lo que hoy, a cuenta gotas y en migajas se les ha dado.

Siga con ese ejercicio, piense en las mujeres torturadas sexualmente, en las desaparecidas, en las golpeadas por sus parejas, las que son disminuidas en su trabajo o vituperadas en la calle, en las que son castigadas en todas las formas de violencia feminicida o piense en las que han sido asesinadas en este país. Entonces, espero, comprenderá que todavía tenemos mucho que caminar, mucho que exigir, mucho que demandar.

Somos como dice la periodista Ana María Portugal “las olvidadas del milenio” y de varios milenios atrás. Ya vimos, nada se reduce todo crece de forma negativa y somos las mujeres quienes llevamos sobre nuestros hombros la carga más pesada que produce diferencia.

Las mujeres queremos decidir sobre nuestros cuerpos y evitar más mujeres mueran por practicarse abortos en lugares ocultos y clandestinos, queremos que más jóvenes terminen su educación y no tengan que dejar de estudiar porque un embarazo producto de violación, muchas veces del incesto, las lleve alejarse de las aulas.

Como dice la periodista Sara Lovera “las mexicanas nos estamos movilizando para parar la criminalización del aborto”, criminalización orquestada por legisladores y legisladoras que no alcanzan a ver más allá de sus propios intereses; nos enseñan que las otras mujeres no les interesan o no les interesaban porque ahora, con el proceso electoral, han vuelto la mirada tras sus votos.

Por eso el Día Internacional de la Mujer es un acto para reflexionar, para darnos cuenta que el trecho andado es incipiente, porque cuando caminamos un poco la pared del patriarcado vuelve aparecer.

Ojalá, como dice la regidora de Equidad y Género en Oaxaca, Bárbara García Chávez, nos diéramos cuenta que nadie va a luchar los las mujeres, excepto las mujeres, por eso tenemos que volver la mirada al resto de las mujeres, más allá de que representen votos.

Así como hay quienes aprovechan la oportunidad y hacen una “fiesta” cada 8 de marzo, hay otras mujeres que trabajan para lograr que la igualdad sea una realidad en el espacio privado y en el espacio público, lo hacen desde su conciencia de género, desde su ser mujeres, desde su alianza con las otras que como ellas coinciden en los mismos objetivos, sin vueltas de tornillo, sin dobles lenguajes, sin conveniencias políticas o personales.

Por eso es de reconocer a las mujeres de Oaxaca que trabajan en ese objetivo y lo hacen todos los días, no sólo el 8 de marzo o durante los procesos electorales. Son muchas aquí algunos nombres: Yésica Sánchez Maya, Ana María Hernández, Bárbara García Chávez, Zoila Ríos Coca, Angélica Ayala, Itabico Cruz, Rosario Sánchez Pacheco, Adriana y Emelia Ortiz, Sofía Robles, Flor Cervantes, Edita Alavés Ruiz, Ileana Hernández Gómez, Guadalupe Carmona, Aline Castellanos, Concepción Núñez Miranda, Ximena Avellaneda, Marta Aparicio Rojas, María Teresa Cruz Martínez, Beatriz Hernández Bautista, Rogelia González Luis, Tania Melchor, Paola Sesia, Silvia Urdaniva, Marta Castañeda, Marta Aparicio, Margarita Dalton, Leticia Briseño, Josefina Aranda, Gloria Zafra, Sara Brena, Patricia Jiménez, Itandehui Santiago, Socorro León, , Alessandra Galimberti, Silvia Bustamante, Nora Cancino, Alba Gabriela Cruz, Mina Fernández, Maricela Zurita, Araceli Gil, Cristina Galante, Elia Galindo, Blanca Avendaño, Gabriela Velásquez, Guadalupe Carmona, María Eugenia Mata García.

Son muchas, muchas más, decenas de mujeres, como las magnolias de acero, guerreras incansables, que desde sus espacios, desde sus organizaciones hacen todo lo posible, trasgreden lo establecido y lo convencional, derriban barreras, abren caminos, para conseguir la igualdad, el viejo anhelo de las mujeres que hará posible una sociedad libre y justa.

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